Los Indígenas Nos Evangelizan

lunes, 7 de diciembre de 2009

Por : Edwin Cubillos Rodríguez



Por trabajar nos matan, por vivir nos matan.

No hay lugar para nosotros en el mundo del poder.

Por luchar nos matarán, pero así nos haremos un mundo donde nos quepamos todos y todos nos vivamos sin muerte en la palabra.

Nos quieren quitar la tierra para que ya no tenga suelo nuestro paso.

Nos quieren quitar la historia para que en el olvido se muera nuestra palabra.

No nos quieren indios. Muertos nos quieren. (Chiapas, 1996).



La unidad, la autoridad y la autonomía. Son más que palabras sueltas de aspiraciones absurdas, son más que meros signiicados quiméricos y desgastados imposibles de realidad y concreción. Estos tres elementos, constituidos como las banderas históricas de la lucha indígena, han logrado por in ser uno más allá de los indígenas, un solo pueblo diverso resistiendo bajo el nombre de la dignidad. Por primera vez se alcanza en las calles un clamor popular tan amplio y diverso, juntos en la palabra y en el paso eterno del pie que se hizo cayó en el caminar incansable de un sueño liberador y concreto: La minga indígena y popular. Ésta, que al parecer se vería como una marcha más, susceptible de disturbios y violencia sin sentido, se fue convirtiendo poco a poco en la suma progresiva, amplia y vinculante de las voces que gritaban serenas pero irmes: “Aquí somos todos indios, negros, mulatos, estudiantes, obreros, corteros, campesinos y mujeres.” De allí venimos, por aquí pasamos pero siempre estaremos.


Hemos hablado por más de quinientos años imponiendo nuestra palabra y nuestra razón, pero no hemos escuchado una sola palabra de la herencia milenaria que nos antecedió. Es tiempo de escuchar y escucharnos, es el momento preciso de rescatar la palabra como fuente de lucha y de identidad de Abya Yala, pues esta minga traspasa las fronteras que nuestra misma razón negligente ha impuesto. Por eso un indígena habló y su palabra permaneció en la memoria eterna de quienes se atrevieron a escucharla:


“No morirá la flor de la palabra. Podrá morir el rostro oculto de quien la nombra hoy, pero la palabra que vino desde el fondo de la historia y de la tierra ya no podrá ser arrancada por la soberbia del poder. (…) La flor de la palabra no muere, aunque en silencio caminen nuestros pasos. En silencio se siembra la palabra. Para que lorezca a gritos se calla. La palabra se hace soldado para no morir-

se en el olvido. Para vivir se muere la palabra, sembrada para siempre en el vientre del mundo. Naciendo y viviendo nos morimos. Siempre viviremos.

Al olvido sólo regresarán quienes rinden su historia"


Cuarta declaración de la selva Lacandonda EZLN. 1 de enero de 1996


Aquí tienen a sus terroristas señores del poder, aquí están sus minorías hijos y dueños del capital, aquí estamos los pueblos diversos unidos en la resistencia, demostrándoles que somos más y que los indios nos han dado una lección de lucha, y si, así les hiera a los señores de la religión única, los indígenas nos están evangelizando, indirectamente se nos está haciendo un llamado a la conversión al evangelio liberador de la pluralidad de la resistencia, nos están enseñando la viabilidad de otro mundo posible y necesario desde todos los sectores sociales, desde sus procesos, sus territorios y sus creencias.

Pero como siempre responde este sistema de muerte, los poderosos no hablan con sus palabras fétidas, se nos responde con señalamientos y discriminación, con la violación de los derechos humanos; con la militarización de nuestros territorios; con el desplazamiento y arrinconamiento que megaproyectos y actores armadosinvolucran; con la intolerancia religiosa y política; con el saqueo de nuestros recursos naturales, conocimientos y saberes, con el olvido….


Por eso, nosotros gritamos el silencio para silenciar las balas y las amenazas, nosotros construimos minga para caminar la palabra. Porque solo cuando la unidad, la autoridad y la autonomía se hacen una en la resistencia, somos libres en la dignidad. Ésta, es pequeña e inquieta, del tamaño posible de un cuerpo ardiente y persistente, pero infinita en la inconmensurabilidad de un espíritu libre. No debemos dejar que nos la arrebaten, es lo único que nos queda, es nuestra arma más poderosa, aquella que nos hizo sentir de una vez y para siempre que no somos colegas, somos más que compañeros, que somos ante todo hermanos….


¡Viva la minga indígena y popular!

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